viernes, 31 de enero de 2014

-Don, Doña, ¿Para cuándo su próxima obra?-

-Ayer Manuel, Lucía...-

Qué predecibles sois 
cabezas marcadas. 
No deseo ser como vosotras, 
nunca seréis un ejemplo. 
Escondidas tras las tapias como si fuerais 
un lujo,  y el rufián que quiere hacerse 
de fama, 
cita solo a los afamados, 
no vayan a confundirle con los humildes. 
No hay listas bajas 
aunque se pinte en la pared. 
Qué predecibles sois, 
soberbios y subidos al tranco más alto, 
en la boca un laurel, 
ni siquiera entre los labios, 
se vería demasiado pueril entre esa recua 
de carnívoros. 
Y así callados aún el aliento no traspasa 
el impudor de vuestras exigencias,  
pero en cuanto movéis la nariz 
siento vergüenza,  e intento cubriros 
como si fuera una niña 
con mis manitas que no os alcanzan. 
Y es que os creéis que lo que obtenéis 
vale más 
que el propio valor de la gente. 
Esa otra naturaleza noble,  delicada, 
inteligente, 
que jamás cometería vuestros errores. 



(Para algunos las tapas de sus libros
deberían encargarse más blandas,
y el tiempo del aplauso, comedirse)




Nená de la Torriente