Miremos
por encima de nosotros
más
allá de nuestras sombras,
mucho
más allá de la retina
que
nos ata al oscuro continente
de
la memoria.
Intentemos
mirar sin los ojos
aquello
que antes habíamos visto,
como
un enredo sencillo
en
un complejo Universo.
Despacio, muy lento,
acerquemos
las cosas a los labios,
a
la frente y hagamos que nos aprendan,
que
habitamos el mismo espacio,
que
somos parte de lo mismo.
Ellas
serán quien nos den un nombre
-si
quieren-,
no seremos nosotros.
Nená de la Torriente