esta noche y he pensado
en
las cosas contenidas.
Tan
pequeña, en su transparencia
opaca
frente a la negrura,
como
el humo de un cigarro quieto.
¿A
dónde irá esa humedad cuando se libere,
cuando
sus manitas chicas se suelten?
¿Y si fuera un sentimiento aún no dicho?
Una
promesa de amor, un juramento.
El
nombre de un amante
que
no se ha pronunciado,
o
el espíritu de un amigo que se ha perdido.
Cierro
los ojos y cuento:
218, 217, 216…
Al
llegar a la centena y los abra ya no estará,
se
habrá movido, eso pienso complacida.
Pero
sigue ahí la sombra quieta y su secreto denso
como
una mochila de viejos libros.
Se
la ve tan sola…
Si
al menos pudiese soltar una gota
yo
podría guardársela hasta la próxima noche.
Conozco
el peso de los secretos
y
la soledad de las lunas,
pero
no puedo invitarla a entrar,
¡desaparecería!
y
yo volvería a toser.
Nená de la Torriente