sábado, 11 de enero de 2014

Ella a veces cree que no conoce nada 
y se baja la falda con el pudor 
de que cien ojos estuvieran puestos 
en sus caderas. 
Desnuda su alma,  como quien escribe 
su primera caligrafía, 
apretando el grafito hasta dolerle las yemas. 
Dice que el amor no es para ella, 
porque todos son ranas vestidos 
de ’esos’ amantes incondicionales, 
eternos egoístas que delegan en ella 
un final vendido. 
Pero en el fondo,  va buscando el amor 
de una manera necesaria y loca, 
como ese manantial mágico para no morirse. 
Aunque creo que ella no lo sabe, 
pero ha comenzado a intuirlo. 






Nená de la Torriente