Sólo
quería una casa pequeña,
unas
botas altas y una charca.
Con
tiempo haría un sembrado
y
empezaría por unas zanahorias,
después
lechugas, y con unas ramas
cruzadas
plantaría los tomates.
También
un perro de lanas que se lanzase siempre
a
darme lametazos,
y
una buena cama donde dormir calentita.
Cuando
me sintiera alcanzada o extraña,
o
impotente ante los males del mundo,
saldría
a la charca a dar saltos
y
a gritar con todas mis fuerzas.
Después
un baño de bañera y a dormir
como
una marmota.
Al
menos ahora ese espíritu sencillo lo tengo
en
algún bolsillo de cualquiera
de
las chaquetas que llevo puestas.
Porque
no te cambia la vida que haces
si
tú no te dejas.
Nená
de la Torriente