en
una enorme caja de galletas.
Los
tengo con copos de nieve dulce,
con
lluvias enrabietadas frente al calor
de
chimeneas.
Llevo
cincos de países cálidos
con
hojas de palmeras como abanicos
improvisados.
Esos
mismos días sobre verdes suaves
de
dolida montaña,
por
tanto cambio de grados.
Cógeme
un cinco de enero
por
su mágico encuentro
con la ilusión del niño,
o
tómalo por los ojos brillantes
que se van deformando
en
el globo que infla su madre.
Regalo
cincos de enero
como margaritonas gigantes.
Cincos
de enero
como motivos para besarse,
para
meterse todos en una cama chica.
Recuerda
que tú tuviste un cinco de enero
con
piernas inquietas bajo una manta,
y
acéptame este regalo
para volver a ese mismo lugar
otra
vez.
Nená de la Torriente