Qué manera de llover
-me decías-
apoyando la mejilla en la ventana…
Cómo
pueblan los segundos
en
el corazón de las personas,
como
verdaderos misterios.
Hoy, ahora, ves a esta mujer sonreír
y
al instante se derrumba
como
un pequeño insecto
que
se ha negado a volar.
Necesito
más aliento
-pienso-
para
empañar los cristales
y
que el exterior no le invada.
La
ternura de las manos se resbala
por
los sumideros de las casas
¿cómo
hacer para recogerla?
¿Cómo
decirles que se está marchando
lo
mejor que tienen entre los dedos?
Miro
a través de las cortinas
y
no dejo de sonreír
al
ver como flota la cálida respiración
de
los que andan bajo los paraguas.
Me
digo:
La
vida empuja al frío, a la lluvia,
a
los días plomizos, a todo, no hay nada
que
la retenga.
Pero
no quiero veros sufrir,
ni a ti, ni a ella,
ni
al muchacho,
porque os escucho respirar alto
y
siento lo cálido que exhaláis bajo la lluvia,
y
de un modo u otro,
extraño o no,
ya os
quiero.
Nená de la Torriente