jueves, 2 de enero de 2014

Qué manera de llover 
-me decías- 
apoyando la mejilla en la ventana… 



Cómo pueblan los segundos
en el corazón de las personas, 
como verdaderos misterios. 
Hoy,  ahora,  ves a esta mujer sonreír 
y al instante se derrumba 
como un pequeño insecto 
que se ha negado a volar. 
Necesito más aliento 
-pienso- 
para empañar los cristales 
y que el exterior no le invada. 
La ternura de las manos se resbala 
por los sumideros de las casas 
¿cómo hacer para recogerla? 
¿Cómo decirles que se está marchando 
lo mejor que tienen entre los dedos? 
Miro a través de las cortinas 
y no dejo de sonreír 
al ver como flota la cálida respiración 
de los que andan bajo los paraguas. 
Me digo: 
La vida empuja al frío,  a la lluvia, 
a los días plomizos,  a todo,  no hay nada 
que la retenga. 
Pero no quiero veros sufrir,
ni a ti,  ni a ella, 
ni al muchacho, 
porque os escucho respirar alto 
y siento lo cálido que exhaláis bajo la lluvia, 
y de un modo u otro, 
extraño o no, 
ya os quiero. 





Nená de la Torriente