es
una sorpresa,
¿cómo
negarle unos ojos,
el
tacto de unos dedos
al
capricho sereno de un poema,
el
olfato, para el deleite o el rechazo,
y todo
nuestro empeño?
Viajamos
sordos, mudos, cabizbajos,
ausentes,
en una línea tan oscura
que apenas podemos dar fe de
donde
vivimos.
Ciegos
y fríos de las manos del otro,
tenemos
consigna ‘que por lo menos
a
un metro’,
y
así de asiento a asiento
en
esta vida
sin
más calorías que pequeñas sonrisas
aisladas
en el metro.
Nená de la Torriente