a ti que eres ausencia.
Beberte
cuando la sequía
es
tan aciaga, llevarte
en
algún ojal del modo que inventen.
No
abandonarte nunca,
retenerte
del modo que sea
como
esa memoria que aletea
y
no expira nunca
Deberían
cuidarte
como
a sus propios cuerpos.
Defenderte,
como
defiende la bestia a su osamenta.
Rozar
lo que serías si estuvieras presente
en
cada una de sus colmenas.
Pero
en lugar de eso te ignoran, te confunden,
te
maltratan, te llaman hechizo,
deseo, sexo y nombran a todos tus hermanos,
porque
te vas perdiendo con el tiempo
por
caminos difíciles,
en
tiempos aún más enrevesados y
el
hombre te olvida,
y ya no sale a buscarte.
Nená
de la Torriente