el
medio muerto
con
un labio melcocha,
inseparable
de boca a boca
pues
dulcifica y activa su entumecimiento.
Es
público también
que
una pequeña lisura en un verso
puede
enamorar a la mujer más intransigente,
como
quien toma un granito de sal entre la harina
-sin
darse cuenta-
Y
notorio es que en la escritura
el
mayor aderezo no está en las letras
si
no en la sensibilidad de quien las guarece
delicadamente en
el corazón.
Nená de la Torriente