en
el alto de Hermosa,
en la subida a Miera,
en
el beso blanco de espuma de la larga
Playa
de Somo.
En
el faro, en Chiqui,
en
los Peligros,
y en los muchachos y muchachas
que
beben en porrón vino de coco.
Pero
sólo me encuentro desde aquí
en el sonido de
los maizales
cuando un coche rueda despacio
sobre
los charcos,
y
cierro los ojos y escucho cómo se agitan
las
hojas perennes de los árboles,
y
siento que el calabobos me está mojando
una
tarde cualquiera por las calles de Liérganes.
Nená de la Torriente