Discúlpame, a veces no sé dónde pulso el dedo
por
miedo a ser descubierta
en
mi cueva de abedules.
Es
la torpeza de las hortensias que quieren
ser
amapolas entre los prados del norte,
las
que saben viajar como golondrinas
aun
soltando tierra de sus raíces
y
no les duele.
Soy
un extraño animal,
más
invertebrado e irracional que tú.
No
me acojo a una romana para pesar
diferencias,
porque
la pesa se deslizaría por el astil hasta salirse.
Esto
es un mano a mano de desatinos
que
no calculo, y
me
recojo como un escarabajo bola
para
que no me hagan daño.
Luego
me precipito en líneas y de ahí
a
paralelepípedos,
y
sueño con alcanzar
acantilados
que atraviesen los pulgares del sol.
Nená de la Torriente