no
sangra el campo.
El
alba no toma sus tiempos
sus
espacios escalados en cárdeno,
todo
corre a prisa.
Ya
no recuerdo el lento transcurrir de
los
rostros en un tren que se aleja,
ni
el sabor imaginado del té
en
las teterías,
entre
tantos labios pintados delicadamente.
No
puedo pensar en el roce
de
una mano lenta que me sube
la
chaqueta,
que
coqueta se resbala premiosa
por
mi hombro,
ni
el detalle sutil de extender la palma
sin
que sientas sorpresa.
Ya
hay tantos tipos de jazmines
que
no distingues los primeros,
no aquel olor intenso de flor olorosa y blanca
que
llenaba la calle,
a
pesar de la algarada y del olor de los cuerpos.
Nená de la Torriente