una
escalera hacia mi boca.
Como
chimeneas el aliento
de
todos marcha por la acera,
trenes
de cercanías, de lejanía
en
una enorme estación desarmable.
Qué
habita en el frío que nos
hace
escapar humo de incendio,
qué
diosa de hielo estrangula
los
cuerpos.
Bella
cuando se posa en el rostro
y
nos besa la mejilla,
bella
cuando la respiramos como
el
beso más puro que existe;
pero
la bella está triste y nos aprieta.
Nos
reclama,
nos
estrecha en su pecho álgido,
para
que le demos la exhalación más profunda
del
anafe que portamos en el alma
cálidamente
vivo.
Nená de la Torriente