domingo, 10 de noviembre de 2013

Frío en las manos, 
una escalera hacia mi boca. 
Como chimeneas el aliento 
de todos marcha por la acera, 
trenes de cercanías,  de lejanía 
en una enorme estación desarmable. 





Qué habita en el frío que nos 
hace escapar humo de incendio, 
qué diosa de hielo estrangula 
los cuerpos. 
Bella cuando se posa en el rostro 
y nos besa la mejilla, 
bella cuando la respiramos como 
el beso más puro que existe; 
pero la bella está triste y nos aprieta. 
Nos reclama, 
nos estrecha en su pecho álgido, 
para que le demos la exhalación más profunda 
del anafe que portamos en el alma 
cálidamente vivo. 
  





Nená de la Torriente