de
los pecados del mundo
ni
los desprecia.
Lo
salvaje que hay en mí se llena de la furia
de
la estupidez con que se tornan
las
cosas.
La
vaguedad del ser mal aposentado
que
no sabe sentarse ni quedarse quieto,
‘que
ahora amo,
que
ahora no sé qué es eso;
que
me duele un pie o es la cabeza’.
Lo
salvaje que hay en mí
acabaría
a tarascadas con tanta niñez
envuelta
en greñas,
regadas
en canas y en proclamas en desuso.
Lo
salvaje que hay en mí
golpearía
al que machaca tanto al recatado
como
enardece al sin escrúpulos,
ese
que organiza,
ese
que no deja vivir,
porque
en definitiva cree
que
lleva la verdad como bandera.
Nená de la Torriente