-que
no podría creerlo-,
tus
patas de gorrión saltarían
marcando
líneas oblicuas
en
todas mis esquinas.
Dibujarías
puntadas en mis rosales,
en
mis siemprevivas, en los jazmines
que
más tarde
-no
mucho más tarde-
se posasen en mi pelo.
¡Qué
pena no poder atraparte el pico
mientras
bebieses del cáliz
de mis tulipanes!
Lástima
no ser otro gorrión
para
cruzar a saltos
de
ala,
un
jardín en flor
aferrado
a tanta tierra.
Nená de la Torriente