jueves, 21 de noviembre de 2013



La vida es una ventana 
a otra ventana más grande, 
es el paraíso de las lluvias, 
la hortaliza gigante 
para el roedor más pequeño. 








Miramos las estrellas 
como el infinito regalo debido, 
sin fijarnos en los eternos  
y pequeños detalles 
de las aceras, 
del campo, 
de las marcas de las manos 
de las personas que tratamos, 
de la belleza inmensa 
que hay en los ojos de los 
seres  con los que hablamos; 
de esos diminutos gestos que se escapan 
en milésimas de segundo 
sin dejarnos seducir por su magia, 
porque la tienen, 
y se esfuman mientras tomamos 
un café detrás de un viejo cristal 
de una vieja cafetería en el centro. 
-Una pequeña venta,  
insignificante ventana, 
a otras muchas ventanas- 





Nená de la Torriente