de
todas las cosas,
como
dejé de buscar culpables
o tropezarme con las puertas,
la
vida se volvió más fácil.
Esa
interrogación forzosa de quién es
y qué cosa sostiene,
dejó
de interesarme
cuando
caminé al lado de todos los seres,
ni
delante, ni detrás.
No
tenían sentido esas preguntas.
El
recorrido se volvió suave,
con
baches, no voy a negarlo,
pero
sin lo abrupto de los golpes,
la angustia del mañana
y el miedo al perdón de los pecados
-porque
aquellos quedaron donde quedaron,
sembrados
como una mala hierba
que
cualquier invierno helará
con
fauces de hielo-
Ahora
sólo importa vivir, y querer
todo
lo que te dejen y un poco más.
No
cargar con tu ternura, ofrecerla,
porque
te ha nacido para dejarla en los demás
aunque
no lo entiendan,
aunque
se hagan preguntas,
ahora
es tiempo de bruñir las líneas de las manos
agarrotadas
durante tantos años.
Ahora es tiempo de abrir
las palmas.
Nená de la Torriente