porque
cada amanecer se casa contigo,
con
tu primera sonrisa,
y
espero ansiosa el fruto
de
esa primera palabra.
Todos
los días –para mí- son mañana,
porque
espero sin desesperar
que
llegue el estallido casi mágico,
sin
ser magia, de tu voz,
tu
concesión a este mundo
de
esa armonía tuya que alivia tempestades,
la
paz que resuelves, sólo tú, con una caricia.
Todos
los días son mañana,
porque el mismo cielo te apadrina
de
una verdad cosida en ternuras,
tan
de trapo, tan suave, que en esa suavidad
reside
su firmeza y su invulnerabilidad.
Nená de la Torriente