¿Qué
quemé mis naves?
¿Viste
humo?
¿Qué
nací de nuevo?
Aunque
sepas andar en mí
con
zapatillas,
no
pasarás de mi antesala,
porque
los pasillos son angostos
y
se necesitan alas,
y
pies de oruga,
y
botas altas de pescador
de truchas.
Ya
sé que apetece mirar
desde los ojos ajenos
con
una perspectiva
que no es la nuestra,
pero
siempre se hace oblicua
a
nuestros ojos,
porque
esas dos pequeñas
órbitas se resisten
a
ser conquistadas,
están
sujetas a hilos
visibles e invisibles,
y
no sólo ven las cosas
que otros ojos miran,
sino
que cada par busca
sus esquinas,
el doble salto mortal
de cada acontecimiento.
Nená de la Torriente