viernes, 15 de noviembre de 2013



Te encuentro en cada renglón 
como un viejo conocido 
y te saludo sin que lo sepas. 
Las teclas se van haciendo chicas 
de tanto tocarlas, 
casi ni obedecen cuando tienen hambre 
de contar verdades y desnudarme entera. 





Las sé poner las bridas a tiempo si se 
me desbocan, 
que a nadie le importa 
lo que a esta pobre loca le enloquece cada 
mañana,  o a ésta u a otras horas y de veras. 
Una vez anduvo un eclipse por casa 
y estuvieron escribiendo a ciegas, 
¡tenías que haberlas visto! 
¡Las muy cabrónidas! 
Contaron todo lo mío en lo más negro del día, 
con la picardía del invidente accidentado 
por la luna. 
No pude reprimirlas,  me dio la risa 
y taché el poema, 
y es que la confianza que les damos a los dedos 
nunca debe ser demasiada, 
porque tú les conduces, 
no son ellos. 





Nená de la Torriente