martes, 12 de noviembre de 2013

-El señor de las semillas-

Has venido a llevarme con el olor del  opio
a otras tierras.
Me has vestido de sedas,  y has pintado mi piel 
con  tus caricias, 
pero aún no me has mostrado en el reflejo 
del espejo, 
temes que no sea eso lo que espero, 
que quiera salir de ese mundo de especias 
y me precipite muerta de espanto por el risco. 
El amor no lo es todo -te digo- no puedo vivir 
protegida sobre tu yacija de ternuras y versos, 
obviando el pensamiento que me golpea 
cada vez que te ausentas. 
¿Y qué hago con esta parte de animal que conservo? 
No deseo domesticarlo. 
No lo deseo. 
Tú me dices que la perfección se alcanza encontrando 
el equilibrio,  calmando a la bestia. 
¿Pero cómo decirle a mi animal eso? 
Dime mi señor de las semillas, 
¿no podría estar el equilibrio en la perfecta
imperfección de las cosas?
Adoro rasgarme el vestido, 
el sonido de la seda me seduce, 
encuentro en ese acto equilibrio. 
Te beso tiernamente los labios y 
araño tu espalda hasta el delirio, 
encuentro en ese acto el equilibrio. 
Te muerdo el tobillo: 
Digo te amo y digo te odio, 
y encuentro en ese acto también el equilibrio. 






Nená de la Torriente