jueves, 7 de noviembre de 2013

Charlemos, 
charlemos en silencio, 
así sin mover los labios. 
Una acción de tu tiempo 
me regalas y yo a ti todas 
de las que disponga,  y 
charlemos,  sí, 
así como te digo. 
Frente a frente,
con el ojo inquieto. 





Hablémonos de esas cosas 
que acercan o alejan a los seres, 
calorías o frigorías que trasmiten 
los gestos. 
Claro que tú sabes,  como yo sé, 
que sin palabras se pueden alcanzar 
discursos soberbios. 
Redimir al mundo de su condena 
de mundo, 
retarnos a un pulso de nudillos 
sin nudillos, 
bebernos enteros… 
Hasta discutir acaloradamente 
sobre el mérito o la impotencia 
de la singularidad. 
Por cierto, 
¿te he dicho hoy que te quiero? 





Nená de la Torriente