a
no tener miedo.
Crucemos
el río sin pensar en el caudal
ni
en la gravedad de nuestro peso,
concéntrate en llegar al otro extremo
donde
la orilla se perfuma con jazmín
y
limoneros.
Quizá
después te interese
saber
mi nombre
y
de las marcas de mis dedos;
y
hasta tal vez quieras conocer
quién
fui y de qué ando huyendo,
porque
todo hombre cuerdo
siempre
huye de alguien,
de alguna cosa
o
de un recuerdo.
Aventúrate
conmigo
a
no tener miedo.
Vayamos
donde dicen
que no queda tiempo,
atrapemos
al temporal.
Seamos
el animal que se precipita
dentro de la nube
y
ruge como la bestia que es
sin ojos,
y sin embargo se rompe y
cae anegando la flaqueza y la virtud,
viéndolo todo.
Nená de la Torriente