lunes, 25 de noviembre de 2013

 A veces me creo que se los llevaron
el almanaque o la lluvia, 
y se fueron en un mar de platas 
lleno de hojitas negras. 
Lavé su cara,  y su cara, 
y aquella otra tan nítida y tan querida, 
y se me fueron escurriendo 
en el agua pacífica y fría 
de la mar en calma. 



A  algunas pude besarlas,  a otras 
se las llevó la prisa de unos dedos 
demasiado débiles para sostenerlas. 
Amados ojos sin edades en el alma,  
que os fuisteis 
para que os amaran otras orillas, 
con otras manos y sus dulces besos, 
levantando el velo 
al blanco y negro y a la argenta helada. 






Nená de la Torriente