artera
y silenciosa, sin avisar
que
iba llegando.
Yo
la perdía,
¡entre
las sombras la perdía!
Mi
mano quedaba
retenida
en la pupila
como
el último mapa.
Desdibujándose,
la
oscuridad lo ocupaba todo,
preñada
de hambre
por
devorarlo todo
y
todo la buscaba convertido
en
hombre.
No
puedo olvidar
aunque
deba.
No
puedo,
no
puedo,
no
puedo,
no
puedo.
Nená de la Torriente