Sabemos lo justo
para meter el remo
las veces precisas
sin enloquecer,
alguno lo mete en
pértiga olímpica y
hasta vive una
temporada en vertical
y nada, se hace a
las alturas,
es cuestión de
acomodar el cuerpo y de
perspectiva.
Uno justifica que,
y el cuerpo hace
el resto.
Otros sin embargo
no pueden,
se maltratan, se infringen
el castigo, y
son severamente
despiadados.
Se flagelan y se
tatúan seriamente
esos errores para
que nunca se les olviden.
Tanto unos como
otros son unos memos.
El caperucito que
pasa lalaralarito
-aquí no ha pasado
nada- y
el traumas llorón
que queda marcado,
son los dos
extremos de una cruz
mal construida,
que al incorporarla
se desmorona,
y así las
sociedades se desquician.
¿Qué hacer con el
error?
Asumirlo, ni
ignorarlo ni tragarlo
como una píldora
con tu nombre.
Se observa y se
corrige.
No hay que ir de
rodillas a pedir
disculpas tres veces, ni
hacerse el
gracioso e ignorarlo
como un patán en
busca de pan duro.
Del mismo modo
cuando resuelves algo
exitosamente,
puede producirse
el mismo proceso invertido,
pues no:
Obsérvese y
aprendamos el camino tomado.
-Están las celdas
vitales demasiado llenas-
Nená de la Torriente