por
que nunca es nada como supuse
que
sería.
¿Para
qué mirar atrás si
se
escapa una lágrima,
o
se para el corazón dos segundos?
El
joven eso no lo comprende, y
quizá
–ojala-
no llegue nunca a
comprenderlo.
Si
envasará las creencias,
la ilusión obcecada,
esa
píldora de verdadera fuerza
que
era capaz de cargar con cualquier
cruz,
o
de esperar cinco años
sólo
por escuchar una pregunta,
o
de haber podido tomar
un tren al infinito
para
pintar un sólo lienzo,
tendría
el elixir de la magia más pura.
No
hablo de inocencia,
ni
de idiocia,
ni
de juventud desmelenada
con
venas echando carreras,
hablo
de fe en que las cosas de este mundo
que
unen a las personas son misterios
inquebrantables,
y
que la palabra amor no es ciega,
cuando
ahora de sobra sé que lo es
-por
eso tropieza tanto-.
Y
es que la memoria apenas la utilizo,
pero
lo hago para no creer realmente
lo
poco que valemos con el tiempo,
cuando
no estamos ebrios
de
lo que sea.
Nená de la Torriente