nada
que obligado al silencio
otorgarías,
que otorgar los pretextos del amor
prohibido
ya no se estila,
porque
en cada silla hay dos pubis
gritándolo,
como
en cada última luz que se apaga
en
la nocturnidad más réproba,
-esa
que ya a cualquiera le provoca risa-
¿Quién
eres tú bello durmiente
que
aún sonríes con la que está cayendo?
¿Quién
que a pesar de todo me hueles
a
cayena y a sabores de guiso?
Yo
quise encerrarme en mi mundo de
jazmines
blancos y globos de helio,
y
no ser parte del tiempo ni ser su marioneta.
No
existe una mujer que evoluciona o involuciona,
una
de antes, de después, de ahora,
existe
una metamorfosis constante.
Pero
¿ y tú, sonrisa volante, tú que consigues
que
gire hacia ti las pupilas?
¿Quién
o qué forma te consientes?
Nená de la Torriente