lunes, 18 de noviembre de 2013

Tanto que proteger para nada, 
nada que obligado al silencio 
otorgarías, 
que otorgar los pretextos del amor 
prohibido ya no se estila, 





porque en cada silla hay dos pubis 
gritándolo, 
como en cada última luz que se apaga 
en la nocturnidad más réproba, 
-esa que ya a cualquiera le provoca risa- 


¿Quién eres tú bello durmiente 
que aún sonríes con la que está cayendo? 
¿Quién que a pesar de todo me hueles 
a cayena y a sabores de guiso? 


Yo quise encerrarme en mi mundo de 
jazmines blancos y globos de helio, 
y no ser parte del tiempo ni ser su marioneta. 
No existe una mujer que evoluciona o involuciona, 
una de antes,  de después,  de ahora, 
existe una metamorfosis constante. 


Pero ¿ y tú,  sonrisa volante,  tú que consigues 
que gire hacia ti las pupilas? 
¿Quién o qué forma te consientes? 





Nená de la Torriente