quizá
por eso lloro,
y
las risas hasta la vista procaz
de
la misma campanilla.
También
conocí el vals de las velas
pasada
la media noche,
cuando
las lunas eran bajas
y
olía a limonero y a lluvia,
quizá
por eso sé sonreír
con
picardía y con inocencia
al
mismo tiempo.
Yo
conocí el pan de almorta,
su
amarillo, y su rasposo tacto,
las
uvas y los tomates como merienda,
quizá
por eso me gustan las plazas
e
intercambiar historias.
También
conocí cómo el dolor le cambia
el
color del pelo en una noche a un hombre,
y como se deja de vivir quedándose quieto.
Quizá
por eso calzo zapatos gruesos,
porque
sé que andamos por una cuerda fina,
demasiado
fina.
Nená de la Torriente