¿Cuántas
cosas
me quedan para sentencia?
Le
dijo el atardecer a la rama.
No
sabía que aún
en milésimas de instante
brotaban
pequeños insectos
de
los ovillos de la hoja
que
sostenía su rayo.
Ni
que había un abanico cambiante
de
cientos de brillos distintos
reflejándose
en la ventana de María,
ni
que Andrés la miraba enardecido
bajo
aquel mismo árbol.
Ni
siquiera sabía que el tiesto de azaleas
se
estaba quebrando por el mismo centro
dejando
las raíces al aire.
Ni
que Manuel dejaba este mundo
a
dos manzanas de allí.
Tampoco
sabía que dos tristes mujeres
se
reían hasta el ahogo,
aferradas
a dos vasos de anís del Mono
recordando
su loca juventud.
Tanto desconocía
el atardecer…
Nená de la Torriente