andando
hacia todas las direcciones.
Yo
sobreviviré a la enana del mechón rosa
-impertinente, impertinente-,
la
seguiré sonriendo hasta que se agote.
Y seguiré caminando
hacia
donde mi pie quiera llevarme
y
mi corazón me libere.
Tú
mirarás a tu babión e insensible jefe
-como
casi todos los jefes-,
y
terminarás compadeciéndole
porque
seguirás caminando
en
tus trayectos íntimos,
sobrevolando
su calva o su bigote.
Ella
ignorará a su necio marido,
él
a su cansina señora.
Todos
irán formando sus rutas
de
sombras sobre suelos de nadie,
cargando
con sus hatillos singulares,
sus
fotografías antiguas y las que harán
mucho
más nuevas e impredecibles.
La
vida es ese ala que nunca se moverá
sólo por el viento.
Nená de la Torriente