lunes, 9 de diciembre de 2013

Débil parece la huella de un índice
en la mejilla,
pero sólo lo parece.
Su trazo despierta la ternura
de todas las primaveras,
trae un invierno
con falda de mayo y
olores de hierba cortada.
La palabra amor no como algún
bucéfalo llamaría quimera.
La palabra amor como
el primer verso,
el primer beso,
la mirada por encima del cuaderno,
las rodillas juntas por debajo de la mesa,
ese duelo de pupila a pupila
que cae en el desfallecimiento.
El deseo de estar más cerca
y olerse,
el roce nada casual
para capturar el aire del otro.
Todas esas cosas,  todas,
el punto de partida
hacia la eternidad.





Nená de la Torriente