el sonido de la noche.
Cae
el relente helando los labios.
Un
beso chiquito y huérfano,
va buscando una boca
donde
acogerse sólo esta luna,
pero
las sirenas de las ambulancias
y
de la policía le asustan
cada
vez que está apunto
de
entrar en una.
Qué
absurdos son algunos momentos...
Le
digo viéndolo cobijado
en
unos soportales,
y
el beso se lanza a mi cintura
en busca de calor.
Intuye bien que en mis labios
hoy no podrá pasar la noche,
que
se han adueñado de ellos
los reniegos, y
las imprecaciones de las estrellas.
las imprecaciones de las estrellas.
Pero le acaricio y
dejo que se quede conmigo,
antes
de cubrirnos, a ambos,
con el edredón.
con el edredón.
Nená
de Torriente