a
colisiones breves con sus suelas.
Ella
contonea las rodillas
sobornando
al aire,
y
cada tachuela de su tacón
se
clava en la cera como un guiño
que
mira por debajo de su falda.
¡Brava!
Por donde pasa ella es brava
y
así moldea su figura en curvas imposibles
que
él mira, y cree ver detrás de sus ojos,
más allá de los cristales de sus lentes,
como
si hubiera infinitas gafas
entre
ella y él.
Nená de la Torriente