la
rama y el racimo,
sabiendo
que un día
hubo
una flor hermosa
ceñida
de aroma y lluvia;
pero
a la espalda quedan las flores
como
espinas doradas,
porque
fueron y se desvistieron
hoy
en sus frutos.
No, no se deben llorar las pérdidas
porque
éstas no lo fueron,
siempre
fueron ganancias.
Es
esa terca manera de mirar el mundo,
echando
la vista a la huella seca.
Conviene
conmigo en buscar el barro
para
hundir el zapato y formar
unas
marcas nuevas,
buscar otras increíbles flores,
y
averiguar entonces qué clase de frutos
querrán
darnos mañana.
Nená
de la Torriente