porque
no soy ingenua.
Él
piensa que sí lo soy pero necesita subirse
a
la loma y mirar desde más arriba.
Cree
que las cosas útiles, como las llama,
las
monedas y el papel, le avituallarán
para
los inviernos,
pero
con el frío esas cosas no te defienden.
Lo
que no sabe es que lo descubrí
siendo
ingenua,
y
entregando margaritas
como ahora hago,
y
tampoco sabe que desde la experiencia,
cada
sonrisa que recibo son mil calorías
para
acumular entre mis paños,
que
devuelvo de una manera inexplicable,
en
un intercambio misterioso
que
renueva la luz de todas las estrellas.
Nená de la Torriente