en momentos casuales,
se
queda preso,
ahí en un escaparate,
ahí
en unos ojos,
o
en las gotas de los pétalos
de una hermosa cala.
Es
cosa que del mismo modo
este motor de adentro
que nos retuerce o nos calma
se
escapa, y nos deja quietos
con la mirada perdida.
Unos
lo llaman alma,
otros espíritu o llama de vida.
Pues
sucede que cuando viaja
también se queda preso
como
el rostro, en pequeños lugares
de
una forma caprichosa.
Y
lo mismo se esconde en una concha
que
en el envés de un helecho,
en
la ranura de una tapia
que han de rozar unos dedos,
o
en el corazón de otro,
un perfecto desconocido.
Atraviesa
su carne,
irrumpe
su ser y se queda im-preso,
para
regresar de vuelta
ya con sólo una parte.
ya con sólo una parte.
Nená de la Torriente