miércoles, 18 de diciembre de 2013

No les ves llegar, 
dictan, 
dictan, 
siempre dictan sus pecados 
en espaldas ajenas. 
Soberbias bocas 
con amplio gesto de brazos, 
como quien reúne al ganado 
en día de fiesta 
-que será de matanzas- 




Amables,  con voz de homilía 
y timbre cantarín y aprendido. 
No soportan la réplica, 
lo que sea menos la réplica, 
que se les odie o se les ame. 
Mienten si es preciso 
para no mover el pie 
y es justificable, 
de hecho es honorable 
porque son ellos y no otros, 
los pastores,  los buenos 
de todas las películas. 
Seres caprichosos,  ociosos, 
volubles, donde el amor que conocen 
sólo es el propio,
no saben de dosis ni de receta.
Personajes que hablan de burlas 
de mofas,  de verismos,
de dolos, 
cuando ellos mismos son 
el disco rallado 
de la voz más fraudulenta y 
antigua que se conoce, 
la de la muñeca: 

Hola mami, 
¿Verdad que me quieres? 
¡Anda cántame otra canción! 
Dame un besito y vamos a dormir. 





Nená de la Torriente