dictan,
dictan,
siempre
dictan sus pecados
en
espaldas ajenas.
Soberbias
bocas
con
amplio gesto de brazos,
como
quien reúne al ganado
en
día de fiesta
-que
será de matanzas-
Amables, con voz de homilía
y
timbre cantarín y aprendido.
No
soportan la réplica,
lo
que sea menos la réplica,
que
se les odie o se les ame.
Mienten
si es preciso
para
no mover el pie
y
es justificable,
de
hecho es honorable
porque
son ellos y no otros,
los
pastores, los buenos
de
todas las películas.
Seres
caprichosos, ociosos,
volubles,
donde el amor que conocen
sólo
es el propio,
no saben de dosis ni de receta.
Personajes
que hablan de burlas
de
mofas, de verismos,
de dolos,
cuando
ellos mismos son
el disco rallado
de
la voz más fraudulenta y
antigua que se conoce,
la de la muñeca:
Hola
mami,
¿Verdad
que me quieres?
¡Anda
cántame otra canción!
Dame
un besito y vamos a dormir.
Nená de la Torriente