jueves, 26 de diciembre de 2013

Amigos como ese tú y nosotros 
o ese vosotros y mí, 
han poblado escaleras 
de subida y bajada 
atropellándose, 
sin mirarse las caras. 
Al alcanzar el llano, 
la sensación de vahído 
les devolvía la vista y
era aún más incómodo mirarse,
pero siempre quedaban paredes 
para buscar una dirección,  un cartel, 
o un escaparate con cualquier objeto 
con que evitarse. 
Os he mirado sorprendida muchos años, 
caminando despacio, 
y buscando vuestros ojos 
en las mesas de las cafeterías 
mientras me entibiaba un café. 
Ahora cuando me sorprenden unos ojos 
dirigiéndose a los míos, 
de algún modo 
ellos entablan una conversación primero. 
Por eso hoy,
los silencios ya no me ponen nerviosa 
como lo hacían antes, 
y no derramo las voces 
como un cántaro de agua  
que quiere verterse 
sobre su propia fuente, 

por miedo 
a que deje de fluir el agua. 





Nená de la Torriente