construidos
como pirámides.
Perfectos, de admirable estructura,
estables
y con sublimes términos.
No
me arrimes escudillas
de
ejecuciones sublimes
que
no me turben el alma,
ni
me revuelvan,
ni
me desasosieguen,
ni
siquiera me hagan sonreír.
Aleja
de mí esas ‘palas y esos picos’,
instrumentos
de eruditos, y
altérame
el pulso,
soliviántame,
amotíname,
o
elévame
aunque
sea a ras del suelo.
Nená de la Torriente