viernes, 27 de diciembre de 2013

-No te voy a contar mentiras-

Quién invade mi estatura 
de largo a hondo 
e irrumpe en mi carne 
con versos como espinas 
no lleva el estigma de Caín 
ni alarga siluetas de orina 
en las paredes oscuras, 
o al menos eso creía. 

¿Pues qué pensabas 
qué era un poeta? 
¿Un alma especial entre 
todas las almas? 
No. 
Es el que sabe construir puentes 
con el verbo,  y dibujarte una 
amapola tan roja como la propia 
sangre. 
¿Un espíritu gentil? 
El que lo tenga, 
pero no por escribir. 
Aunque si es verdad,  mi inocente, 
que entre tantas líneas hermosas 
delicadamente suspendidas, 
debería sustentar al menos 
una cierta predisposición a lo sensible 
en su estado menos puro, 
el del preciso contagio. 





Nená de la Torriente