-No te voy a contar mentiras-
Quién
invade mi estatura
de
largo a hondo
e
irrumpe en mi carne
con
versos como espinas
no
lleva el estigma de Caín
ni
alarga siluetas de orina
en
las paredes oscuras,
o
al menos eso creía.
¿Pues
qué pensabas
qué
era un poeta?
¿Un
alma especial entre
todas
las almas?
No.
Es
el que sabe construir puentes
con
el verbo, y dibujarte una
amapola
tan roja como la propia
sangre.
¿Un
espíritu gentil?
El
que lo tenga,
pero
no por escribir.
Aunque
si es verdad, mi inocente,
que
entre tantas líneas hermosas
delicadamente
suspendidas,
debería
sustentar al menos
una
cierta predisposición a lo sensible
en
su estado menos puro,
el
del preciso contagio.
Nená de la Torriente