martes, 17 de diciembre de 2013

No termina el verbo con 
su llama encendida,  ni 
con esa sangre 
que gotea la costura
de su traje a medida. 
Su raíz está manchada
de tinta,
detrás y delante el verso
le empolva la nariz 
con sutiles quiebros.
Otros sólo hablan
de brutos que llevar
de los ronzales,
y de 
‘sólo te quiero 
si tú me adulas’.
Tan importante 
es el legado de la cortesía
como el de la elegancia y
el de la humilde compostura,
o el de la evanescente 
vanidad.







Nená de la Torriente