no me das tos.
Mi asma no se
pronuncia
ni nombra mi
nombre de pila.
Ya se resecan las
manos por el frío
y no se escuchan
nuestros nombres como antes
aunque aún se
escondan miradas en las esquinas
que nos importan
un flan de huevo.
La vida se ha
vuelto cristal por transparente,
pero nadie está de
vueltas de nada.
Sobrados son los
jóvenes con su inexperiencia
y así reciben
-por todos los
costados-
A veces me dan
ganas de ponerles leche
con galletas,
con galletas,
como a los gatucos
perdidos,
pero no aceptan
que les enseñen.
Piensan que somos
unos descastados,
unos vendidos, y
quizá haya más
revolución en nuestro cabello
que en la ardentía
de sus venas,
porque conozco bien el fuego.
Nená de la Torriente