miércoles, 12 de octubre de 2011



Estrambótico y sin orden,
descolocado el gesto,
de ese modo  la mente enloquece
tras un ajeno y esposado sueño.
Así son los hombres,
anhelando lo que nunca poseen.
Tal vez por ese acantilado que no saben medir,
pero que como un imán les seduce.


El barranco que les separa
de tocar una mano que no es suya,
lo llamarán destino
-y no puedo evitar reírme-,
que les duela el corazón por un amor
que  hace que el corazón del balcón
se les descuelgue.
Desengañémonos,
es lo prohibido, lo que no es tuyo,
la bici del vecino cuando eras niño.
Todo lo que has ido acumulando y no has conseguido,
va transformándote el gesto.

Nená


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