lunes, 17 de octubre de 2011


Todas las despedidas son eso,
cierres,
con su ruido estridente y poco
armonioso;
un golpe en el suelo
y se acabó.


Dolorosas, en su grado,
verse desnudo tras
cerrar una puerta,
ocultarse con las manos
la nada que nos queda
en un acto vano, pensando
y ahora qué.
También hay despedidas
que no son amargas, cierres
liberadores,
golpes de gracia.
Ahí te quedas,  me largo.
Auténticos días de acierto buscado.
Y es que un cierre bien echado,
puede salvarnos de una pésima
mano de cartas.
Otras despedidas son las dictadas,
las que la naturaleza nos enseña
desde niños a intuirlas.
Nunca aprendemos a aceptarlas
y damos golpes en la mesa
y patadas,
pero al final sabemos
que tarde o temprano,
serán otros los que den esos golpes
y patadas por nosotros mismos,
así que da igual,
terminamos sometiéndonos
al dominio de esas despedidas.


Nená

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