Todas las despedidas son eso,
cierres,
con su ruido estridente y poco
armonioso;
un golpe en el suelo
y se acabó.
Dolorosas, en su grado,
verse desnudo tras
cerrar una puerta,
ocultarse con las manos
la nada que nos queda
en un acto vano, pensando
y ahora qué.
También hay despedidas
que no son amargas, cierres
liberadores,
golpes de gracia.
Ahí te quedas, me largo.
Auténticos días de acierto buscado.
Y es que un cierre bien echado,
puede salvarnos de una pésima
mano de cartas.
Otras despedidas son las dictadas,
las que la naturaleza nos enseña
desde niños a intuirlas.
Nunca aprendemos a aceptarlas
y damos golpes en la mesa
y patadas,
pero al final sabemos
que tarde o temprano,
serán otros los que den esos golpes
y patadas por nosotros mismos,
así que da igual,
terminamos sometiéndonos
al dominio de esas despedidas.
Nená
Hoy leí en alguna parte, mejor empezar con un adiós para que sea más facil.
ResponderEliminarBeso
Es muy probable, sí.
ResponderEliminarMua,
Nená