Con el sol de la tarde
las sombras de las buganvillas
y de las adelfas,
ya crecidas,
se cimbrean en las caladas tapias.
Yo creía que aún era tiempo de siembra,
pero no lo es ni de recogida.
Pinto la sombra sobre la sombra,
para los ojos de los ojos
que me miran,
para que no lloren,
para que dejen de llorar tanto.
Todo esto, lo que queda,
lo que está a mi espalda e intuyo,
hermoso también y perfecto,
vendrá alguien a pintarlo, o
envasará en redomas las esencias,
para que los ojos de los ojos
y los olfatos de los olfatos,
puedan verlo y olerlo,
sabrá Dios si también tocarlo.
Nená
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