Él es el amo.
Mira sus ojos, observa.
Nos habla a todas horas
hasta sin abrir el hocico.
Suele pensarnos idiotas,
por nuestros estrafalarios modos,
inútiles estancos de tiempo inservible,
otra vuelta de tuerca, y otra y otra.
Pero él nos mira siempre,
a veces le damos lástima,
somos tan tiernos,
tan cucos, tan inocentes,
que se acurruca a nuestros pies
para que no nos sintamos perdidos.
Al llegar la noche busca el embozo
de nuestra lecho
-a pesar de que nuestro olor es espantoso,
tanto perfume es maloliente-,
y se arrebuja entre las sábanas
para que no sintamos frío,
pobres humanos sin melena,
tan desvalidos,
necesitamos compañía
y por supuesto
un trato inteligente.
Él es el amo.
Yo lo sé, y él lo sabe.
Nená
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