No me gustan las vallas.
Las puertas las inventaron
los que urdían secretos.
EL hombre que con un palo
marcó una línea sobre el suelo,
nunca supo que dividiría el mundo
en estancias.
Fue el primero en dibujar un segmento,
después vendrían los cercos, los muros,
las murallas.
Me gustan los destierros invisibles,
la separación necesaria,
esa distancia que está ahí
y debería seguir estando.
Nunca ese ‘tú y yo somos uno’
sería perder la identidad,
defenestrarse con una sonrisa
bobalicona
-eso es de estar mal de la cabeza,
de ahí lo de perderla-
Pero fabricar artilugios físicos
que nos arrinconen,
que generen esa intimidad
desconfiada,
caprichosa y egoísta,
mío, sólo mío, ni te acerques.
No me gusta.
Nená
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