Alcanzo para huir deprisa
cada tapia de la Città Alta ,
cada piedra quebrada,
el olor de las coníferas
besando el borde del camino.
Y todo lo acaricio, lo invado,
lo meto en la quilma de recados
Y yo tan pequeña,
tan efímera,
un alfiler
En la Plazza Duomo
dije adiós,
con la indolencia del que
desoye, adormilada y
vacía, buscando un avión,
una maleta donde meterme.
Y el café frío,
y los pies tránsfugas
y el rastro desigual de unos labios
en ausencias.
Volveré a Bérgamo
cuando esté viva.
Lo prometo.
Nená
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